miércoles, 3 de diciembre de 2008

El lobo y los siete cabritillos

Érase una vez una mamá cabra que tuvo siete hijos cabritillos y como cualquier madre los quería y los mimaba mucho.
Aún eran muy pequeños y no podían valerse por sí mismos, cuando un día la mamá tuvo que salir a buscar comida. Pero antes de salir les dijo: “¡no abráis la puerta a nadie porque hay un lobo malo que anda por estos parajes y podría venir y engañaros y comeros”. Ellos le contestaron que no se preocupara. La madre salió y echó la puerta con llave. “Adiós, hijos. Tened mucho cuidado”.
Al poco rato, el lobo, que estaba al acecho, fue y tocó a la puerta: Tan, tan, tan. “Quién es”, preguntaron lo cabritillos. “Soy vuestra madre. Abridme la puerta”, contestó el lobo. “No, no eres nuestra mamá. Nuestra mamá tiene la voz más fina”. Entonces el lobo se fue a la tienda y le dijo al tendero: “señor tendero: deme usted una docena de huevos”. Se los comió todos para tener la voz más fina y de nuevo volvió a casa de los cabritillos. Tan, tan, tan. “¿Quién es?”, preguntaron. “Soy vuestra madre”, contestó el lobo. Y los cabritillos: “No, tú no eres nuestra madre, que nuestra madre tiene la patita más blanca”. De nuevo su intento fue inútil. Se marchó a un molino y se espolvoreó de harina. Volvió a casa de los cabritillos. Tan, tan, tan. La verla la voz fina y las patitas blancas le abrieron la puerta. Entonces se los comió a todos menos al más pequeñito, que se escondió en la caja del reloj.
Al cabo de unos minutos llegó la mamá y al encontrarse la casa vacía empezó a llorar. Pero entonces salió el pequeñito de donde estaba y dijo: “mamá no te preocupes. Yo sé dónde está. Coge tijeras, hilo y aguja”. Fueron al río, donde estaba el lobo reposando su gran banquete. La mamá cogió las tijeras, le rajó la barriga y le sacó los cabritillos. En su lugar le metió piedras y se marcharon a casa. El lobo, cuando se despertó, al encontrarse tan pesado, fue a beber agua. Tanto peso tenía que cayó al río y se ahogó. Y la cabra y sus cabritillos bailaron de alegría.

Lo recogió Mª Trinidad Ortiz Pons, 8 años.
Lo contó su madre Mª Dolores Pons Padilla, 28 años.
Yátor.

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