lunes, 1 de diciembre de 2008

JUANILLO OPAS

Érase una vez dos compadres, uno rico y otro pobre. El rico tenía una hija y el pobre un hijo. Y le dijo un compadre a otro:
- Compadre, cuando tengamos los hijos grandes, los casamos y así seremos compadres y consuegros.
Cuando los hijos ya eran mayores, Juanillo no se quería casar con la hija del compadre porque él era pobre y ella era rica. Entonces él se hacía el tonto.
La muchacha tenía ya novio y se iba a casar e invitaron a la petición de mano a los compadres. Le dijo la madre de Juanillo al marido:
- Mira: a Juanillo es una vergüenza llevarlo a la casa de los compadres, porque es tonto y no hará mas que tonterías.
El padre le dijo al mozo:
- Toma este dinero, cinco mil pesetas, y te llevas a Juanillo a la sierra y lo pierdes para que no venga a casa de mis compadres.

Se llevó a Juanillo a la sierra y cuando ya estaba lejos del pueblo, le dijo:
- Espérate aquí que voy a por agua. No te mueves.
Y Juanillo le dijo:
- Dame el dinero que te ha dado mi padre y cuando vayas al pueblo, no digas que soy listo porque te mato.
Cuando regresó el mozo al pueblo, les dijo que lo había dejado muy lejos y que no encontraría el camino.
Juanillo, con las cinco mil pesetas, se compró tres anillos: uno le costó mil pesetas; otro dos mil quinientas pesetas; y el tercero mil quinientas. Fue a la casa de la novia, tocó a la puerta y salió la moza y le dijo:
- ¿Qué quiere usted?
Y él le contestó:
- Vengo porque me he enterado que tu señorita va a casarse y a ver si me quiere comprar un anillo.
Ella dijo que su señorita ya tenía uno, pero él le contestó que no sería igual y se lo enseñó.
- ¡Oh, señorita, qué anillo! Es el más bonito de todo el pueblo. Mírelo usted, señorita, mírelo.

- Dile que cuánto quiere por él.
- Dile a tu señorita que si me enseña de rodilla para abajo, se lo doy.
- Señorita, dice que con verle de rodilla para abajo se lo da.
- No, que me voy a casar. ¡En cualquier día le enseño yo de rodillas para abajo!
- Señorita, usted qué va a perder. El se va y ya no viene más.
- Bueno. Dile que suba.
Sube Juanillo, le enseña de rodilla para abajo, le da el anillo y se va. Y al otro día vuelve y le trae el otro anillo. Toca a la puerta y sale la moza:
- ¿Qué quiere usted?
- Vendo anillos.
- Mi señorita tiene ya el anillo más bonito de todo el pueblo. ¿Cuánto vale?
- Dile a tu señorita que me enseña de los muslos para abajo y le doy el anillo.
- Señorita, ¡ay qué anillo!
- No, que ya tengo dos anillos. ¿Para qué quiero más?
- Mírelo usted, señorita, mírelo usted.
- Dile que cuánto quiere por él.
- Mire, señorita: dice que con verle de los muslos para abajo se lo da.
- ¡Uf, uf, uf! Cualquier día, que me voy a casar ya mismo.
- Señorita, usted qué va a perder. Se lo enseña, se va y ya no viene más.
- Bueno, dile que suba.
Sube Juanillo, le enseña de los mulos para abajo, le da el anillo y se va. Y vuelve al día siguiente, toca a la puerta y sale la moza.
- ¿Qué quiere usted?
- Yo vendo anillos.
- Tiene mi señorita el mejor anillo que pueda haber.
- Como éste no. Mire. Es el más bonito del mundo. Tome y enséñeselo a su señorita.
- ¡Ay, señorita, qué anillo!
- Ya no quiero más anillos, que ya tengo.
- Señorita, como éste no. Mírelo usted.
- Dile que cuánto quiere por él.
- Dile a tu señorita que con verla en camisón de noche de bodas se lo doy.
Sube la moza arriba y le dice:
- Señorita, dice que con verla a usted en camisón de noche de bodas se lo da.
- ¡Uf, uf, uf! En cualquier día, que me voy a casar.
- Señorita, usted qué va a perder. Se lo enseña, se va y no viene más.
- Bueno, dile que suba.
Se pone en camisón. El camisón tenía las iniciales escritas y Juanillo le pegó un tirón y se lo quitó. Volvió a su casa haciéndose el tonto y la madre le decía al padre:
- ¡Ay, que Juanillo ha venido y esta noche es la petición de los compadres! ¡Qué vergüenza!
- Qué le vamos a hacer. Lo llevaremos.
Le ponen guapo y le advierten:
- Juanillo, no vayas a pedir sopas en casa del compadre.
- No, mama, no pido.
Llegan a casa de los compadres y decía Juanillo, tirado por el suelo:
- Mama, opas, más opas.
Había allí un montón de amigos y familiares y le dicen:
- Juanillo, cuenta tú tu historia.
Se levanta y los padres al verlo se marearon.
- Mira, yo compré tres perros. Uno me costó mil pesetas, otro mil quinientas, otro dos mil quinientas. Fui a cazar y entonces vi un conejo y le eché el perro de mil pesetas. Sólo le pudo coger de la rodilla para abajo. Le eché el perro de mil quinientas y lo cogió de los muslos para abajo. Le eché el de dos mil quinientas y le arrancó hasta la pelleja. Y si no me creéis, aquí la tenéis.
- Entonces les enseñó el camisón y vieron las iniciales de la novia y se quedaron todos parados.
Y dijo el novio a la novia:
- Yo ya no me caso porque tú has estado durmiendo con otro.
Ella, al ver a Juanillo tan listo, se quedó prendada y se casaron. Todos, muy contentos, siguieron la boda. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Lo recogió Fina Requena Mingorance, 14 años.
Lo contó Virtudes Mingorance, 48 años.
Yegen.

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