Era un muchacho que se llamaba Juan y le decían Juanillo.
Un día le mandó la madre que le llevara al padre, que se encontraba en el campo, una olla llena de sopas. Pero a Juanillo le dio hambre por el camino y le abrió un agujero a la olla en el culo y sorbió hasta comérselas todas. Cuando llegó donde su padre le avisó para que viniera a comer. El padre tenía mucha hambre y al ver que lo llamaban para comer se puso muy contento. Pero cuando abrió la olla y no encontró nada le preguntó a Juanillo:
- Juanillo, ¿dónde están las sopas?
- Se han caído por el agujero que tiene en el culo - le contestó.
- ¡ Que se han caído...!¡ Ven acá, desgraciao, que te voy a poner morao a palos!
El padre cogió un látigo que tenía para arrear a la yunta y se lió a darle latigazos hasta que Juanillo tuvo que huir y perderse por los montes.
Como tanto anduvo, llegó a una ciudad donde había una princesa que, al verlo, se enamoró de él y más tarde se casaron.
Juanillo le contó el problema que tuvo con los padres. La princesa, al oír esto, cogió un caballo y una gran cantidad de oro y se lo dio a Juanillo para que se lo llevara a sus padres.
Juanillo se encaminó hacia su pueblo, pero en mitad del camino una banda de ladrones lo asaltaron y se llevaron todo lo que llevaba encima dejándole así en cueros. Tuvo que esperar a que llegara la noche para poder entrar en el pueblo. Una vez que anocheció entró, metiéndose en los corrales de la casa del padre. Cuando llegó la hora, el padre bajó a echarle a la burra. Y mientras le echaba le decía:
- Toma, burra, que desde que no está aquí Juanillo estás más gorda.
En aquel instante salió Juanillo y dijo:
- Padre, estoy aquí. - y salió en cueros vivos.
El padre, al verle en cueros vivos, le dijo:
- Sube y que te dé tu madre una chaqueta y unos pantalones.
La princesa, al ver que había pasado mucho tiempo y Juanillo no regresaba, decidió ir ella con dos caballos y más oro. Se encaminó hacia el pueblo de Juanillo y también le salieron los ladrones. Pero desenvainó la espada y fue matándolos a todos hasta que llegó al último. Le pidió lo que le habían quitado a Juanillo. El ladrón, después de dárselo, salió huyendo como si fuera del diablo. La princesa encontró a Juanillo y a los padres muy pobres y decidió llevárselos a todos al palacio.
Lo contó José Callejón Jiménez, 53 años.
Yegen.
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