lunes, 1 de diciembre de 2008

LOS HERMANOS, UNO LISTO Y OTRO TONTO.

Érase una vez dos hermanos que, como el título dice, uno era listo y otro tonto. El listo tenía una novia que era muy guapa y el otro tenía la desgracia de comer mucho.
- Chachillo, yo quiero ir a ver a tu novia - le decía el tonto a su hermano listo.
- No, tú no puedes venir conmigo, que comes mucho.
- Chachillo, chachillo, yo voy contigo - le repetía.
El otro, con tal de que no le diera más la lata, le dijo:
- Ven conmigo. Pero cuando yo te pise el pie tienes que dejar de comer.

Emprendieron el viaje para ver a la novia. Su novia y su madre estaban haciéndose unas gachas pero, al verlos venir, guardaron corriendo las gachas en el horno y se pusieron a aviar una comida con abundante carne. Los saludaron con mucha alegría por fuera, pero con muy poca por dentro, pues pensaban en las gachas que habían escondido en el horno.
Cuando estuvo la comida, se reunieron todos a la mesa a comer y al cabo de un rato de estar el tonto comiendo con mucha ansia dio la casualidad que un gato pasó por sus pies y el tonto, con mucha pena, dejó de comer, pues pensó que había sido su hermano el que le había pisado. Al ver que había dejado de comer de pronto todos le dijeron:
- ¡Chiquillo, come!
Claro, el hermano, como no le había pisado, le rogó también que comiera.
- ¡Come tú, que yo no quiero! - le decía el tonto enfadado y un poco extraño de que el hermano se pusiera tan "rogante".
Bueno, al poco rato todos dejaron de comer y se pasaron una tarde de risas. Menos el tonto que se la pasó de hambre. Llegó la hora de dormir. Todos se fueron a la cama y, claro, los dos hermanos también. Al rato de estar el tonto acostado empieza:
- Chachillo, tengo mucha hambre.
Y una y otra vez, hasta que consiguió que su hermano se despertara. Harto de oírle le contesta:
- Cuando nosotros veníamos hacia aquí vi que se estaban haciendo unas gachas pero, al vernos, las escondieron en el horno. Así que, ¡al horno! y come gachas hasta no poder más. Y cuando ya estés bien harto me traes a mi un pegote también.
El tonto fue donde le había dicho su hermano y se hinchó bien de gachas. Recordó que tenía que llevarle un pegote y lo cogió. Pero de vuelta al dormitorio se equivocó de camino y fue a donde dormía la abuela. Y como la abuela respiraba muy fuerte el tonto creía que su hermano soplaba las gachas y le decía:
- Come, chachillo, que no queman.
Ya se hartó de tanto decirle que comiera y le endiñó las gachas con tan mala suerte que se las metió por el culo. Entonces se despertó la abuela y el tonto se dio cuenta de su error y salió corriendo del cuarto. A fuerza de dar vueltas por toda la casa atinó con el cuarto de su hermano.
- ¡Chachillo, chachillo, que le he metido las gachas por el culo a la abuela! - le decía el tonto muy asustado.
- Anda, tonto, ve y lávate las manos en el cántaro que hay en el patio. Pero mete primero una mano y después la otra.
El tonto fue al patio. Pero metió las dos manos a la vez y corriendo fue otra vez al cuarto donde se hallaba su hermano:
- ¡Chachillo, chachillo, que no puedo sacar las manos!
- Anda y ve al patio, so tonto, y verás una piedra blanca. Le das con el cántaro y lo rompes.
Mientras el tonto estaba en estas con su hermano, la vieja, que se había despertado y se creía que se había ensuciado encima, (pues tenía todo el culo embadurnado de gachas), salió a lavarse al patio y llevaba encima su camisón blanco. El tonto no hizo más que ver lo blanco y le zumbó con el cántaro. El pobre tonto pilló otro susto y corrió donde se encontraba su hermano:
- ¡Chachillo, chachillo, que he matado a la vieja!
- Anda, bribón, que por eso no quería que vinieras conmigo. Vámonos de aquí.
Y salieron corriendo para no volver más por aquellos lugares.

Lo recogió Margarita Vela Blanco, 14 años.
Lo contó Francisca Medina, 71 años.
Yegen.

1 comentarios:

Lidia M. López dijo...

Nos lo contaba mí abuela, natural de Villanueva del arzobispo, Jaén :)

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