miércoles, 3 de diciembre de 2008

Historia de un hombre con un burro

Era un hombre que vendía naranjas. LLevaba su burro con dos cuévanos llenos. Recorriendo el camino llegó la noche y se hospedó en una posada de Alcútar. Pidió cama y comida y un lugar en la cuadra para su burro. El posadero vio las naranjas y le dijo que le pondría al día al burro mientras la posadera, que se llamaba María, le servía la cena, lo alojaba, etc.
El posadero, que se llamaba Paco, alistó el burro y robó un pico de naranjas.
A la mañana siguiente el vendedor, que se llamaba Mariano, llegó a la cuadra y aparejó el burro. Cuando le echó los cuévanos vio que estaban casi vacíos. Desconfiando de la gente de Alcútar partió de inmediato para Órgiva, a por otra carga, para repetir el mismo recorrido y parar en la posada para pillar al ladrón.
Volvió de regresó de Orgiva a la posada y pidió cama y cobertizo para su burro. Pero le advirtió al posadero:
- Átalo bien, que no vuelva a comerse las naranjas.
El posadero quedó contento porque pensó que no sospechaba de él. Mariano se acostó, pero al instante saltó por una ventana a los cobertizos y se escondió. Al entrar la noche vio al posadero y a la mujer entrar y apoderarse de las naranjas.
A la mañana se levantó, se despidió del matrimonio y se fue a aparejar el burro. Entonces se lió a palos con el animal mientras le gritaba de todo. A las voces llegaron Paco y su mujer, preguntando por qué le pegaba al burro. A lo que el vendedor contestó:
- El muy animal ha vuelto a comerse las naranjas y me dice que él no ha sido, que han sido los posaderos.
Paco, creyendo en verdad que el burro hablaba, le dijo que qué pedía por el burro, que se lo compraba. El otro contestó que una bolsa de oro. Paco aceptó el trato, pero Mariano le advirtió que el burro no hablaría hasta pasados tres días, durante los cuales la posadera debería estar sin hacer sus necesidades.
Mariano se fue a su pueblo, a Pitres, y no volvió nunca más por Alcútar en el resto de su vida.
Y ahora debéis de saber que las grandes barranqueras que hay por estos lugares son porque María, sin poder contenerse, se iba al monte a hacer sus necesidades y tanto tenía almacenado que inundaba todo lo que había por delante y... por detrás. Su marido, al ver que su mujer no había cumplido la condición, se lamentaba:
- ¡He perdido una bolsa de oro; tengo una mujer irresponsable y un mulo mudo por su culpa !
Moraleja: no te fíes de los burros que cuentan sucesos, que te la dan con queso.


Lo recogió Bautista García Alvarez, 14 años.
Lo contó José Antonio García López, 77 años.
Pitres.

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