En un país muy lejano nació un niño en el seno de una familia real, pero el recién nacido fue cambiado por otro hijo de la hermana del rey. El verdadero príncipe fue dado al jardinero, que no tenía hijos. Cuando le llegó su hora, el jardinero lo llamó y le dijo toda la verdad. Y el príncipe partió de su casa en busca de fortuna, para volver algún día a recuperar su reino.
Llegó a un lugar donde el rey prometía la mano de su hija y la mitad de su reino a quien ganara en concurso a la bruja más rápida de toda la zona. El concurso consistía en llegar corriendo a una fuente, llenar un jarro de agua y volver con ella al palacio. El príncipe decidió tomar parte en el concurso y se dispuso a ir ante el rey.
De camino, se encontró con un hombre que disparaba hacia el cielo. Y le dijo:
- ¿Qué hace usted, buen hombre?
- Tirándole a un mosquito que hay a cincuenta mil metros de altura. - le contestó.
- Pues véngase conmigo. - le dijo. Y el hombre se fue con él.
Al poco rato se encontraron con otro que iba corriendo de un sitio para otro. Y le preguntaron:
- ¿Qué hace usted, corriendo de esa manera?
- Entrenándome para que nunca me pueda ganar a correr el viento.
Y le dijeron si quería unirse a ellos y aceptó.
Estuvieron andando un buen rato más y llegaron hasta un río donde había dos hombres: uno estaba soplando como el viento y el otro bebiéndose el agua del río. Les preguntaron qué hacían y les contestaron que uno estaba dando viento a unos molinos que había al otro lado del río y el otro bebiéndose todo el agua. El príncipe les invitó a irse con ellos y aceptaron.
Llegaron a las afueras de la ciudad y se encontraron con un hombre que tenía la oreja pegada al suelo. Le preguntó el príncipe que qué hacía y le contestó que estaba oyendo la misa mayor de Roma. También le invitó a irse con él y se unió al grupo.
Por fin llegó el día del concurso y a la salida del sol el rey dio la señal de partida. De contao que la bruja dejó perdido al príncipe. Pero, a las afueras de la ciudad, el príncipe dio el jarro al hombre que corría más que el viento. Al poco rato adelantó a la bruja, llegó a la fuente, llenó el jarro y volvió por el mismo camino. De regreso, se cruzó otra vez con la bruja, que le dijo:
- Buen muchacho, me has ganado y quisiera hacerte un regalo. Toma este anillo y no te lo quites nunca.
Pero nada más ponérselo se quedó profundamente dormido, porque el anillo estaba encantado. Por suerte, el hombre que oía la misa de Roma lo había escuchado todo y se lo contó al príncipe. Este le ordenó al que disparaba tan bien que hiciera blanco en el anillo. Así lo hizo: rompió el anillo y se despertó de su sueño el hombre veloz. Cuando se dio cuenta de lo ocurrido, se puso a correr con más fuerza que nunca, para alcanzar a la bruja. Al mismo tiempo, se escondieron en el camino el hombre que soplaba y el que se había bebido el río. Cuando pasó la bruja, uno sopló como el huracán y otro echó todo el agua que tenía dentro. Así la bruja no pudo continuar y al poco rato llegó el que corría tanto, le quitó el jarro de agua y siguió hacia la ciudad. Al llegar a las afueras, se lo entregó al príncipe y se fue ante el rey.
El rey lo proclamó ganador, le dio la mano de su hija y la mitad de su fortuna. El príncipe le dijo entonces quién era y que tenía que regresar a su país, a recuperar lo suyo. El rey le dio su bendición y partió con sus cinco amigos.
Cuando llegaron, supo que su padre había muerto y que reinaba su tía. Obligaron a la tía a decir la verdad y el príncipe fue proclamado rey.
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