Érase una vez un padre que tenía cinco hijos y sólo una niña. El padre estaba todo el día fuera de casa, trabajando para dar de comer a tanta familia. Los niños aprovechaban la ausencia del padre para maltratar a la niña. Así que un día el padre decidió llevársela con él a la sierra. La dejaba en una cueva para librarla del frío y la lluvia y él se dedicaba a cortar leña.
Un día cayó una tormenta muy fuerte, con mucho viento y nieve. La niña, que apenas tenía ropa, pasó mucho frío. Entonces se le apareció una viejecita y le dijo:
- ¿Te gustaría tener un vestido de estrellas y ser dueña de la casa de las estrellas?
La niña contestó que sí y la vieja, que era la Virgen, la cogió por la cintura y se la llevó al cielo. ¡La lavaron y la vistieron que parecía un ángel! Entonces la Virgen le dio la llave de la puerta del cielo prohibido y le dijo que no la podía abrir hasta que ella no se lo dijera. Pero la niña no pudo resistir la tentación y al abrirla se escapó una estrella que le cortó el dedo corazón. Temiendo que la regañaran y la echaran al campo, se puso un dedal para disimular el dedo. Cuando volvió, la Virgen le preguntó por qué llevaba puesto el dedal. Ella contestó que había estado cosiendo y se había olvidado quitárselo. La Virgen le dijo que se lo quitase y ella dijo que estaba bien así. Y al día siguiente pasó lo mismo. Y al otro. Entonces la Virgen la mandó a la tierra: le quitó la ropa que le dio y la metió en un aljibe.
Pasaron por allí unos cazadores y el más joven de ellos la vio, la sacó y la tapó con su ropa. Cuando se presentó en su casa con ella, su madre se enfureció y le dijo que no la quería. Pero él dijo que quería recogerla, que la dejase en casa aunque tuviese que vivir en el corral con las gallinas. ¡Era tan guapa! Este cazador era el hijo de un rey y se había enamorado de la niña.
Con el tiempo, el príncipe y la niña se casaron y tuvieron un hijo. Pero vino la Virgen y se lo llevó. Tuvieron un segundo hijo. Y la Virgen también se lo llevó. Y otro más y también se lo quitó. El príncipe sospechó que era su propia mujer la que mataba a sus hijos y la mandó llevar a la Plaza Mayor para quemarla viva. Pero cuando iban a encender el fuego se le presentó la Virgen y le preguntó:
- ¿Abriste la puerta prohibida del cielo?
Ella le contestó la verdad y la Virgen le devolvió entonces a sus tres hijos. Y así vivieron felices y la niña no volvió a decir nunca más mentiras.
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