miércoles, 26 de noviembre de 2008

LOS TRES HERMANOS IGUALES

Érase una vez tres hermanos iguales cuyos padres habían muerto. Entonces el mayor dijo:
- Me voy a buscar. Mirad: voy a poner en este vaso agua y tierra; si se enturbia, es que estoy en peligro.
Se marchó y andando, andando, se encontró con una mujer asomada al balcón de su palacio. Se quedó mirándola y ella se dio cuenta y le dijo:
- Sube.
El subió. Cuando se hizo de noche le preguntó:
- ¿Qué es aquella lucecita que se ve allá?
- Es el Castillo de Irás y No Volverás.
Cuando se acostaron, él puso el perro a un lado y la espada en el medio. A media noche se levantó y se encaminó al castillo. Entró y se quedó encantado.
Los hermanos vieron entonces cómo el agua del vaso se enturbiaba. El hermano mediano dijo:
- Nuestro hermano está en peligro. Voy a ver lo que le ha pasado. Yo también voy a poner un vaso con agua y tierra para que sepas cuándo necesito ayuda.
Echó a andar y se encontró con la mujer asomada al balcón de su palacio. Se quedó mirándola y ella le dijo:
- ¿Por qué te quedas mirándome? ¿Es que ya no me conoces? Sube ya.
El subió. Por la noche le preguntó:
¿Qué es aquella lucecita que se ve?
- Pero hombre, ¿ es que ya no te acuerdas? Si te lo dije anoche: es el Castillo de Irás y No Volverás.
Cuando se acostaron puso la espada a un lado y el perro en el suelo. Ella dijo:
- ¿Por qué anoche pusiste la espada en el medio y hoy la pones a un lado?
- La pongo como quiero. A veces la pongo y a veces no la pongo.
A media noche se levantó y fue al Castillo de Irás y No Volverás. Y no hizo mas que entrar y se quedó encantado.
Y el otro hermano vio que el agua se ponía turbia y se dijo:
- Mis hermanos están en peligro. Voy a ver lo que les ha pasado.
Echó a andar y también se encontró con la mujer asomada al balcón de su palacio. El se quedó mirándola y ella le dijo:
- No te quedes ahí parado. Sube, anda.
El se dijo que aquella mujer conocía a sus hermanos. Y por la noche le preguntó:
- ¿Qué es aquella lucecita que se ve allí?
Ella le contestó:
- Te lo dije anoche y anteanoche y otra vez te lo tengo que decir: ¡ es el Castillo de Irás y No Volverás!
En cuanto se acostaron puso la espada y el perro en el suelo. Pero ella ya no le preguntó nada. Pasaron la noche juntos y, cuando clareaba, se fue hacia el Castillo de Irás y No Volverás. De camino se encontró con una viejecita que, al verlo tan triste, le preguntó qué le pasaba. El le explicó que sus hermanos estaban encantados en el Castillo de Irás y No Volverás. La vieja le dijo:
- Compra una escoba. Cuando llegues, verás a una bruja barriendo con los pelos. Le regalas la escoba. También hay un león comiendo paja y un burro comiendo carne. Le pones al león la carne y al burro la paja. Sólo así tus hermanos se desencantarán.
Hizo lo que le dijo la vieja y sus hermanos se desencantaron. De regreso se encontraron con la mujer asomada al balcón de su palacio. Cuando ella los vio, los tres iguales, se quedó sorprendida.
El hermano mayor dijo:
- Elige de entre nosotros al que haya pasado la noche contigo.
Y eligió al hermano más pequeño. Se casaron y vivieron felices y dejaron que los otros dos hermanos se quedaran a trabajar en palacio.


Lo recogió Fina Requena Mingorance, 14 años.
Lo contó su madre Virtudes Mingorance, 48 años.
Yegen.

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