miércoles, 26 de noviembre de 2008

EL PRÍNCIPE ENCANTADO

Había una vez unos novios que se querían con locura. Pero para su mala suerte estalló una guerra y él tuvo que marchar a ella. En premio a su valor, una vez ganada la guerra, el rey decidió concederle la mano de su hija. Se casó con ella y llegó a olvidar a su antigua novia. Esta no hacía más que llorar. Hasta que un día, viendo que no regresaba, decidió ir a buscarlo.
Andaba sin descanso por el día y cuando llegaba la noche pedía en cualquier casa que la acogieran por caridad. Cierta noche llegó a una casa en donde no había más que una pobre mujer que no tenía nada para darle de comer. Pero le dio en cambio dos almendras muy grandes y le dijo que cuando más apurada estuviese que las partiera.
Ella continuó su camino, siempre preguntando por su novio. Por fin supo que se había casado con la hija del rey y que vivía en palacio. Tomó la decisión de ir hasta allá a pedir limosna y que la dejaran entrar a trabajar, aunque fuera de fregona. Y así fue como la recibieron en palacio. Pero se sentía muy infeliz porque no tenía la ocasión de ver al príncipe. Así que un día partió una almendra y su humilde dormitorio se llenó de joyas y vestidos bonitos. Otra criada, que la espiaba, fue a contárselo a la princesa. Al momento la princesa le dijo que pidiese lo que quisiera a cambio de aquellas joyas. Y ella pidió que le dejasen dormir una noche con el príncipe. La hija del rey no aceptó, pero su criada la convenció, asegurándole que le darían una taza de tila al príncipe y que quedaría dormido toda la noche. Y así lo hicieron. Cuando el príncipe dormía la llevaron a la pobre fregona a acostarla con él, y él no se dio cuenta de con quién había dormido. La pobre fregona se levantó llorando y se encerró en su habitación pensando cómo lograría hablar con su novio.
Se puso de acuerdo con otra criada para que le informase al príncipe y a la noche siguiente partió otra almendra y se llenó la habitación de oro. Cuando la criada de la princesa se enteró fue a contárselo a la hija del rey y quedaron en el mismo trato que la noche anterior. Pero esta vez el príncipe estaba sobre aviso y cuando le llevaron la tila la echó debajo de la cama y se hizo el dormido. Entonces llevaron a la muchacha con él y ella decía:
- ¿No te acuerdas de tu novia a la que dejaste para ir a la guerra?
El recordó todo y contestó:
- Sí que me acuerdo. Pero no pude volver a por ella...
Y ella le respondió:
- Echa la luz para que me veas.
Dio la luz y comprobó que era ella. La abrazó aquella noche y a la mañana siguiente abandonaron el palacio y regresaron a casa, donde vivieron felices.

Lo recogió Margarita Sánchez Martín, 19 años.
Lo contó Josefa Martín, 43 años.
Órgiva.

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