jueves, 27 de noviembre de 2008

LA VIEJECITA BONDADOSA


En una casita del bosque vivía una madrastra con su hija y su hijastra. Un día la madrastra mandó a su hijastra a lavar al río y le dijo:
- No vengas hasta que no esté la ropa blanca.
Pero la ropa estaba tan negra que la niña se echó a llorar. Y como tenía tanto miedo a su madrastra empezó a lavar, venga a lavar, hasta que se hizo de noche. Una viejecita se le apareció entre los matorrales y le dijo:
- ¿Qué hace aquí una niña tan bonita? Vente a dormir a mi cabaña.
Y la vieja se la llevó. (Era para probarla, a ver si era buena o mala). Cuando llegaron le dijo a la niña:
- Me siento muy mal.
Y la muchacha le dijo que si le hacía una manzanilla. La vieja aceptó. Un poco más tarde la viejecita dijo que tenía frío y la niña le preguntó si quería que echase troncos a la lumbre. La vieja dijo que sí y la niña echó troncos al fuego. Se fueron a acostar y la viejecita le dijo a la niña:
- Cuando cante el burro, te tapas la cabeza. Cuando cante el gallo, te la destapas.
La niña estuvo pendiente toda la noche y cuando al cabo de mucho rato oyó rebuznar al burro se tapó la cabeza. Y cuando oyó cantar al gallo: ¡kíkirikíiiiii!, se la destapó. Se miró al espejo y se vio con una corona de rubíes, un vestido de brillantes y la ropa a la orilla del río, limpia y seca.
Su madrastra y su hermanastra se asombraron cuando la vieron llegar. La muchacha no tuvo más remedio que contarles lo que le había ocurrido. Entonces la madrastra decidió mandar a su hija a lavar al río, para que le ocurriera como a la otra. Y también se le apareció la viejecita y se la llevó a su casa. Y luego le dijo que se encontraba mal, que si le hacía una manzanilla. Y la hermanastra le contestó de mala manera: “¡Háztela tú!”. Luego le dijo que el fuego se estaba apagando, que si podía echar leña. Y también le contestó malamente: “¡Ves tú a por ella, vieja!”. Y cuando se fueron a acostar le dijo la vieja a la muchacha:
- Cuando cante el gallo, te tapas la cabeza. Cuando cante el burro, te la destapas.
Hizo lo que le mandó y cuando se miró al espejo se pegó un susto... Vio que tenía ¡un rabo de burro en la frente!
Fue llorando para su casa y, por más que su madre le tiró del rabo, no pudo quitárselo.

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