jueves, 27 de noviembre de 2008

EL SOLDADO BUENO


Érase una vez un soldado muy bueno, muy bueno. Tan bueno era que sus compañeros lo tenían por tonto. Y había en palacio un caballo salvaje que ya había matado a todos los que quisieron montarlo. Todos lo temían. Un día quisieron reírse de Juan soldado y le trajeron el caballo y le invitaron a dar un paseo. Juan montó con mucha fatiga y le vieron partir como un rayo. Todos pensaban que no volverían a verlo, que volvería el caballo solo, como en las demás ocasiones. Pero, al cabo de un rato, regresaron caballo y caballero y todos quedaron admirados al ver que el animal se arrodillaba para que Juan soldado se bajara.
La noticia llegó a oídos del rey, que mandó llamar a Juan soldado y le dijo:
- Pide lo que quieras, que lo tienes concedido.
Entonces Juan soldado le pidió la mano de su hija. El rey le contestó que para eso antes tenía que traer la sortija de desposada, que estaba en el fondo del mar. Juan soldado comprendió que eso era imposible para él y marchó, muy entristecido, a ver a su caballo.
Al verlo, el caballo le habló:
- No te preocupes, amigo mío. Eso lo arreglaremos. Mátame y pícame en trocitos. Luego me echas al mar.
Juan soldado así lo hizo y vio cómo todos los trocitos se su amigo el caballo se repartieron por el mar. Desde aquel día iba Juan todos los días a la playa a esperar su regreso. Y un día, una ola muy grande le puso a sus pies la sortija de la princesa. Se la llevó al rey y dispusieron las bodas al instante.
Por la noche Juan fue a ver a su amigo a las caballerizas del rey, pensando que ya estaría allí. Se fue a la cama muy triste y, ya de madrugada, le despertaron unos fuertes golpes en la puerta. Y oyó una voz que decía:
- Vive tranquilo, Juan. Yo soy el alma del muerto que te encontraste en el camino y ayudaste a enterrar para que no se lo comieran los cuervos. Y ahora ya descanso en paz.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

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