Érase una vez una princesa a la que se le había muerto la madre y su padre se había casado con otra mujer. La madrastra era muy mala. A causa de esto, la princesa se marchó de casa y se fue a las montañas.
Caminando por esos montes se encontró con una pastora y le dijo la princesa:
- Señora, véndame usted esas ropas.
Y la pastora le contestó:
- ¡Cómo se va a poner usted esta ropa con lo guapa que está con lo que lleva!
Pero tanto insistió la princesa que la pastora aceptó. Se puso sus ropas y se fue al palacio del príncipe Tránsito. Tocó a la puerta y salió la reina.
- Señora: ¿quiere usted que le cuide los pavos? - preguntó la pastora (que en realidad era princesa)
La reina contestó:
- No hace falta. Están acostumbrados a estar en el corral.
Después de estar hablando un rato las dos, la pastora convenció a la reina y como pago le daría sólo la comida.
El primer día que fue a guardarlos llevaba quince pavos. Cuando estuvo en el campo, se quitó sus vestidos de pastora y se puso los de princesa. Y decía:
- Paví, paví, paví, si Tránsito me viera se enamoraría de mí. Sí, sí, sí.
Y se le murieron dos pavos.
Cuando llegó al palacio, salió la reina a su encuentro. Y la pastora le dijo que se le habían muerto dos pavos.
- No pasa nada - le contestó la reina - Pero mañana ten más cuidado.
Al día siguiente se repitió lo del día anterior, pero en vez de morirse dos se murieron cinco. Volvió al palacio y la reina le dijo lo mismo. Pero luego mandó llamar a su hijo en privado y le encargó que espiara a la pastora para ver qué era lo que hacía con los pavos.
Con que al otro día salió detrás de ella sin que lo viera. La pastora llegó al campo y se cambió los vestidos. Se murieron dos pavos. Y Tránsito, que estaba detrás de una retama, se puso enfermo de verla tan guapa. Se fue corriendo a su casa y le dijo a su madre que mandara a la pastora que le subiera la comida. Pero la madre le dijo que ni hablar, que estaba sucia, llena de piojos, pulgas...
- Pues si no me da de comer la pastora, no como - protestó Tránsito.
Así que su madre no tuvo más remedio que llamar a la pastora. Y, cuando le subió la comida, el príncipe le preguntó:
- ¿Por qué no te vistes como cuando cuidas los pavos?
Ella contestó que cuando cuidaba los pavos no se vestía de ninguna manera. Pero Tránsito le dijo que la había visto. Entonces se puso su ropa de princesa. Tránsito llamó a su madre y quedó asombrada al ver a la pastora tan guapa.
- Con lo guapa que eres ¿por qué estás cuidando pavos? - preguntó.
Ella les contó su historia. La madre de Tránsito dijo que se casara con su hijo. Así lo hicieron y vivieron todos felices y contentos.
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